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lunes, 30 de enero de 2012

PERDER ES EVANGELIZAR


Digo que perder es evangenlizar desde el criterio de saber perder, porque aquel que sabe y entiende que hay momentos que se tiene que ocupar el puesto de perdedor, no siempre se gana, da y testimonia ejemplo de honestidad, de honorabilidad, de sinceridad, de justo y de comprensivo, así como de humildad y de sabiduría.

JESÚS fue el gran perdedor, perdedor para ganar, porque terminar, después de su brillante vida al servicio de los demás y de forma gratuita, por amor, terminar en una muerte de cruz, la peor bajeza de aquella época, no es para echar cohetes.

Prueba de ello fue el abandono de todos sus mejores amigos, sus seguidores fieles, dispuestos a dar su vida, alguno de ellos como Pedro, unos días antes. La desbandada fue bien notada, y a muchos, como los de Emaús, tuvo que acercarse para abrirles los ojos.

El amor es perdedor en primer instancia, porque sólo el que ama está dispuesto a aguardar pacientemente la espera de aquel que se obstina en querer ganar siempre, incluso en los momentos que el otro lo supera. Podemos aprender mucho de eso en el plano deportivo y competitivo. Todo los pleitos que, contradictoriamente, originan montañas de beneficios económicos, están apoyadas en las discusiones, muchas hasta fingidas, de unos que defienden el no querer aceptar la superioridad del otro, y los otros que en correspondencia defienden su superioridad.

Y esto lo podemos extrapolar a todos los niveles, situaciones, realidades y estamentos de nuestra sociedad. La lucha está en no querer perder nunca, y de esa obstinación nace la soberbia, la madre de todos los pecados. Así siempre habrá un pleito entre Barcelona- Madrid, que siendo bueno en su competencia, es malo cuando se llena de soberbia y habita la prepotencia. Y esto se extrapola a la política, los partidos, las comunidades, la religión, la justicia...etc. Nadie se siente perdedor, nadie quiere amar y, en consecuencia, perdonar y nacen las disputas y los líos.

De ese testimonio, nacerá el ejemplo, y tal como sea el ejemplo, sera la imitación. Y si se dice verdad y actúa en verdad, se imitará verdad y vivirá en verdad. Y si no, se vivirá en mentira. O lo que es lo mismo, sin un buen testimonio apoyado en la verdad no se podrá evangelizar. Sólo la palabra vivida en la verdad, dará testimonio de la Verdad. Y para eso en muchos momentos de la vida hay que saber perder.

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