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miércoles, 5 de octubre de 2011

SÓLO EL AMOR ME PUEDE TRANSFORMAR


No hay otro antídoto que pueda convertirme de pensar en mí a pensar en ti. Sólo el descubrimiento de ser amado hasta el Infinito produce en mí un amor Infinito. Y ese amor Infinito sólo lo puede dar DIOS.

Pero, lo más grandioso, es que DIOS me lo ha dado en su HIJO JESÚS. Ya se ha consumado, y por eso puedo amar hasta perder mi vida, al estilo de ÉL. Sin lugar a duda, me parecerá imposible, eso es cierto, pero también lo es que en, con y por ÉL puedo lograrlo.

Si soy capaz de confiar en mi madre. Ya no está presente, pero mientras lo estuvo fue de toda mi confianza. ¡Cuantas noches de vela junto a mi cama, paciente y al ritmo de mi respiración desesperada (asma), sufriendo junto a mis agobiados y esforzados pulmones. ¡Cuantos deseos de ponerse en mi lugar, ¡cuantas horas de sacrificio desinteresado por servirme. Hace ya bastante tiempo que nunca dejo de recordar a mis padres, entre otros, en cada Eucaristía. Espero que el SEÑOR les premie todo lo que me dieron.

Porque una puerta para entrar en la Casa de DIOS es la de ser misericordioso: "Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia". Nuestro PADRE,  Infinitamente bueno, nos deja, porque sabe de nuestras limitaciones, una puerta abierta para entrar en su redil: "La Misericordia. 

¿Quieres entrar en la Casa de DIOS? Empeñate en ser Misericordioso, porque en la media que tú lo seas, lo será también tu PADRE del Cielo contigo. Por eso, mamá y papá queridos, espero que nuestro PADRE DIOS los acoja en el cielo. No puedo evitar unas lágrimas en estos momentos... Es el fruto de un sentimiento de gozo muy hermoso.

Cuando descubrimos que DIOS nos quiere tanto que nos espera en un simple trozo de pan, nos quedamos anonadados, perplejos, porque eso parece de tonto. Se ha hecho tan pequeño, tan poca cosa (Belén, Nazaret, carpintero, ningún bien, pobre, desprestigiado, rechazado, golpeado, abofeteado, ridiculizado y muerte de Cruz) para luego quedarse en el Sagrario esperándote. Sin pedirte nada, sin exigirte nada, sin reclamarte nada. Te lo ha dado todo y nosotros...

Como mis padres. A ellos les recuerdo, pero, ¿a mi PADRE DIOS?  Y ellos ya acabaron su recorrido, pero mi PADRE DIOS sigue esperándome y, pacientemente, me aguarda. No quiere nada. Sólo espera mi agradecimiento y correspondencia. Al igual que haces con tus padres. Por eso ÉL es mi PADRE. Mi verdadero PADRE.

Cuando descubrimos esa realidad, todo está dicho. Necesito de mi PADRE. Todo lo doy por mi PADRE. Las cosas ya no me pesan mucho porque se trata de mi PADRE. Es mi PADRE quien me espera ansiosamente y no debo desairarle. ¡Me quiere tanto! Y me doy cuenta que en la medida que yo lo quiera a ÉL, mi felicidad aumenta.

Así las cosas, descubro que estando en, por y con ÉL mi vida se transforma. Experimento lo que quiero experimentar y esa experiencia la vivo y la vuelco en los demás. Ahora, sentirme samaritano ya no lo veo una rareza sino una respuesta a mi correspondencia de amor. Igual que lo siento con mis padres. Realmente, el amor es lo único que puede transformar.

1 comentario:

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