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martes, 20 de septiembre de 2011

ME QUEDÉ DE PIEDRA


Ayer reflexionaba sobre la Eucaristía influenciado por mi amiga Cristina, pues me llama la atención sus despedidas, "hasta encontrarnos en la Eucaristía. Y es que realmente es así, nos reunimos en torno a ÉL, nos unimos en torno a ÉL, y nos sentimos hermanos con, en y por ÉL. ÉL lo es todo, y en ÉL estamos salvados y eternamente felices.

No hay otro momento mejor y más grande que reunirnos en torno a la Mesa Eucarística. Pero, yo reflexionaba sobre mis propios sentimientos y decía que no siento lo que deseo y quiero sentir, porque mis sentimientos no pueden alcanzar lo que no entiendo ni comprendo. Me sobrepasa, nos sobrepasa el Misterio de la Transustansación, y no nos cabe en la cabeza. Tomar conciencia que JESÚS, en Persona, Vivo y Real, está delante de mí; se hace alimento para mí y habita conmigo y en mí, son cosas que no podemos entender y menos explicarnos.

Pero, a pesar de eso, yo quiero empeñarme en creerlo, en, porque JESÚS lo ha dicho, que está presente y delante de mí bajo las especie de pan y vino. Ese ha sido el pensamiento mío de estos últimos días debido a mis últimos correo con Cristina Llano. Pues bien, ahora viene lo de quedarme de piedra.

Los domingos, en la temporada veraniega, suelo ir a la Eucaristía de la ermita de los Dolores, patrona de Lanzarote. Está ubicada en Mancha Blanca, en el término municipal de Tinajo. Imaginen cual fue mi sorpresa cuando oigo, en el momento de proceder a distribuir el Cuerpo y la Sangre de JESÚS, mi nombre. Era el sacerdote, D. Santiago, arcipreste de la isla, quien requería mi presencia para ayudarle en el menester de distribuir la comunión.

Tuvo que decirlo dos veces, porque no podría creer que me llamará a mí. Así y todo, no pensaba que fuera para eso, pero me imaginaba que podría ser. Nunca lo había hecho y no pensaba hacerlo. No sabía que hacer. Si es verdad que me encontraba sereno, pero emocionado, sobrecogido por tal dignidad y honor, y por estar muy por debajo de tal privilegio. Me pasé todo el tiempo, mientras distribuía la comunión, clamando, ¡DIOS mío!, y emocionado hasta el punto de sentirme servidor de todos los que se acercaban a comer el Cuerpo del SEÑOR. 

¿Es esa tu respuesta, SEÑOR? Porque en la anterior reflexión hablaba de eso, y ahora te me presentas en mis manos para que te reparta entre tus hermanos. Me sentí pequeño e indigno de ser vehículo de tu Cuerpo al de mis hermanos. Supongo que también será el impacto de lo imprevisto, lo nuevo, la primera vez, pero quiero, SEÑOR, y eso te lo pido, que sea siempre así. Que nunca me acostumbre a tenerte tan cerca que me parezca ya algo habitual y normal. Porque si eso es así, ya no serás TÚ, porque TÚ eres Tabor, insaciable, infinito y tu presencia siempre tendrá que deslumbrarnos.

Gracias, DIOS mío, por responderme y llenarme inmensamente de tu Gracia. En cada momento que ofrecía tu Cuerpo, sentía que yo también quería ofrecerme. Dame la fuerza, la paciencia, la fe y la sabiduría de, por y en tu Gracia, entregarme al servicio, por tu Amor, de los demás.

1 comentario:

  1. Muchas gracias por compartir esta experiencia, Salvador!
    Nos encontramos en la Eucaristía!

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