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sábado, 6 de agosto de 2011

¡TENDRÉ QUE SER GALEOTE PARA DESPERTAR?


¿Quiénes eran los galeotes? Eran esclavos destinados a pasar el resto de sus vidas sumergidos en la "sala de máquina" de aquellos barcos para hacer el oficio de las, valga la redundancia, maquinas de hoy. Eran los llamados remeros de aquellos antiguos barcos movidos a golpe de martillos y con remos. Eran hombres sin esperanza, ocultos al sol y luna, y sumergidos en la oscuridad del vientre de enormes barcos.

Habían perdido su esperanza y toda su vida se reducía a la comida diaria y al escaso descanso para reponer fuerzas con las que volver a remar. Nadie podía salvarles de tan trágico destino. Estaban sepultados de por vida, pero con vida.

Imaginemos que, de repente, aparece alguien que les advierte, les proclama y les ofrece romper esas cadenas que les aprisionan y alcanzar la libertad. Libertad que les permita ver la luz del día, el sol y la luna, y tomar el plácido descanso para, renovados, despertar a un nuevo día que les permita gozar de las maravillas del mundo creado. 

¿Qué haríamos? ¿Aceptaríamos tal propuesta? ¿Venderíamos todo lo poseído para alcanzar tanta Gracia? ¿Estaríamos dispuestos a luchar por conseguirlo? ¿Existe en realidad esa propuesta? Porque nuestra situación, si nos fijamos bien, puede ser muy similar a la de esos galeotes del pasado.

Sin embargo, parados y puestos a reflexionar, ¡tan necesario en esta vida!, percibimos con asombro que esta figura esclavizante y atormentada no ha desaparecido. Hoy siguen habiendo muchos remeros de inmensos galeotes que surcan los mundos. Galeotes gigantes transformados en poder, en drogas, en sexo, en ambición y egoísmos que encadenan a los hombres y los sepultan en las inmensas bodegas de este mundo. ¡A cuantas esclavitudes estamos sometidos! ¡Y por qué basura vendemos nuestra autentica y valiosa libertad!

No paramos de correr, cada vez a más velocidad. No paramos de competir, de destruir, de encadenarnos, de consumir, de poner el mundo por encima del hombre y no para el hombre, y mientras, los remeros, continúan sin parar y sin esperanza. Sólo la comida y la llegada de la muerte le prometen un descanso aparente.

Y lo grandioso es que la propuesta existe: "Podemos ser liberados, ¡estamos liberados!, y llamados a conseguir lo que realmente deseamos: "Vivir en paz, pleno de felicidad eterna", y liberados del agobio de remar y remar sin esperanza. No dejemos que tenga que hundirse nuestro galeote para que, al filo de ser tragado por el mar, miremos hacia arriba y veamos la verdadera luz. Todavía estamos a tiempo. Siempre estamos a tiempo de romper la cadenas que nos atan al remo de nuestra vida.

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