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domingo, 17 de abril de 2011

¡Y VUELVEN LAS VACACIONES!v

 Vacaciones agotadoras!

Ya está cerca el verano y con él se huele la temporada vacacional. Hace tiempo tuve la inspiración, finales del septiembre, 210908, de reflexionar sobre las vacaciones, en cualquier época del año, y sus efectos terapéuticos y tan necesarios que, a veces, se convierten en agobio y cansancio sobre cansancio. Esto fue lo que salió.

El verano, en cuanto a su temporada oficial, terminó (era el 210908). Hoy como por un acto mimético e instintivo todos recogieron vela y levantaron el vuelo. Tengo el presentimiento que le tienen miedo a la soledad  y que, el veranear, es más una costumbre y una moda que una necesidad. Al menos de la forma que se hace en la actualidad.

El fundamento del verano no está determinado por un encuentro consigo mismo  y de una salida de lo rutinario que pueda haber en nuestra vida, para descargar el estrés de una vida acelerada y poco reflexiva, sino que lo determina un cansancio material y un ahogo egoísta que demanda otra forma de vida más relajada, irresponsable y libertina.

Terminado el nuevo estrés, que se llama verano, y sin haber aprovechado el descanso para cargarnos las pilas para un nuevo curso, nos incorporamos a la tarea profesional y a las responsabilidades cotidianas más estresados, más perezosos y mas ansiosos. Al final experimentamos, en muchos casos, más estados depresivos que relajantes y animosos.

Ahora queremos darnos prisas para estar de nuevo en marcha. La tarea de ordenar la casa, algo abandonada durante el verano nos abruma y llega hasta desesperarnos. Los hábitos, interrumpidos por la vida desordenada de la era veraniega, nos obstaculizan nuestra vuelta e incorporación al trabajo y a la lucha del crecer cada día.

Estamos agobiados y deseosos de que pase el tiempo y nos volvamos a equilibrar. Es como un nuevo reto de volver a coger el ritmo de la urbe para sentirnos fortalecidos y, de nuevo, en la noria de nuestra propia historia. A algunos les ha parecido bien llamar a este choque de enfrentamientos y desidias, síndrome patológico del regreso de las vacaciones. Algo así como una enfermedad contraída durante el tiempo vacacional que nos afecta a nuestra vuelta cuando nos incorporamos a la vida profesional.

Parece un contrasentido. Nos vamos para satisfacer la necesidad que sentimos de descansar, y resulta que regresamos más cansados. Nos vamos con la necesidad de olvidar y liberarnos, y regresamos más deprimidos y esclavos. Necesitamos, entonces, una terapia de desintoxicación vacacional. Nos damos cuenta que se nos exige un esfuerzo que nos cuesta, para adaptarnos a la nueva vida que habíamos dejado.

Y, pienso que, el problema no está en nosotros sino en la forma de elegir las vacaciones. Quizás una costumbre de actitudes y de darle sentido. Posiblemente, el problema no sea tanto la necesidad de descansar cuanto la necesidad de responder a nuestros deseos de paz y felicidad, de desahogo y relajamiento que nos permita encontrarnos con nosotros mismos y cargarnos de actitudes positivas y de esperanza. Se trata de buscarnos en la felicidad que de buscar cosas que nos hagan pasar un tiempo bien pero que al final nos dejen vacío y angustiados.

Puede pasarnos que buscamos el descanso donde no lo podemos encontrar. Nos empeñamos descansar en las fiestas, en los viajes culturales, en el ocio activo o en el deseo de conocer y disfrutar todo aquello que ha despertado nuestra curiosidad y nos proponen. Corremos a cambiar de rutina y preocupaciones y nos encontramos con bullicios, prisas y horarios de visitas y excursiones que, a veces, se hacen interminables y nos agotan y cansan.

También sacrificamos el presupuesto familiar que tanto trabajo nos ha costado ahorrar y nos quedamos perplejos, insatisfechos y apenados por el tremendo sacrificio que nos ha costado todo esto y, al final, en un esfuerzo sincero confesamos, al menos interiormente nuestra desaprovación y mal humor. Todo lo resumimos en la pena y angustia por volver de nuevo al trabajo. Regresamos no pletóricos ni contentos, al menos con renovados esfuerzos, como nos narraba ICUE en su reflexión de hace días, sino como una carga que tenemos que soportar.

En resumen, que de descanso, al menos para muchos, nada de nada. Y de sentirnos más relajados y felices tampoco. Muchos acabamos en discusiones y pleitos. Creo que las vacaciones, como otras muchas cosas, es un tiempo para plantearnos nuestra vida y buscar momentos y espacios de serenidad, de paz y descanso que nos hagan crecer y mejores personas. Es un tiempo para conocernos mejor, dialogar mejor y vivir actitudes de solidaridad, de compartir, de disponibilidad y de amor. Sólo así encontraremos descanso y motivos que nos ayuden más tarde a emprender de nuevo las tareas de cada día.

Sí, sabemos que el trabajo es un esfuerzo y nos exige lucha y voluntad, pero también que es nuestro pan de cada día y que debemos dar gracia por tenerlo. ¿O es que no nos ilusionamos cuando conseguimos el primer trabajo? Como el primer día deberíamos estar de entusiasmado. Nos damos cuenta que es una lucha diaria que tenemos que conquistar cada día. Lo mismo ocurre con la familia.

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