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jueves, 3 de junio de 2010

INVERSIÓN ESPIRITUAL


En el mundo en que vivimos está a flor de labios la frase: "Me pides esto, pero ¿ a cambio de qué? Todo haber debe tener su contrapartida en el debe. Es el asiento contable. No se entiende un haber sin un debe. Es el reflejo de nuestra mentalidad y, por ahí, se rige todo el derecho romano: "La justicia es dar a cada uno lo suyo". Y se te doy algo, aunque aparentemente sea regalado, se espera algo a cambio.

También es de recibo que, toda inversión necesita correr un riesgo, y en la medida que se haya invertido serán también las ganancias. Sin una fuerte inversión no se puede esperar pingües beneficios. Estos son los criterios que rigen nuestro mundo y que todos vemos como normales. de tal forma que cuando vemos a alguien que da algo sin pedir nada a cambio, ni posibilidad ninguna de que pueda recibir algún día nada, lo tachamos de tonto y de persona idiota y no normal. ¡Algo le debe faltar, exclamamos!

De igual manera pienso que ocurre en el mundo espiritual. Sin una buena y fuerte inversión espiritual ( Sacramentos de Eucaristía, Penitencia), oraciones y esfuerzos, trabajo, sacrificios, ayunos, entrega, servicio, disponibilidad... no hay resultados. Es como pedirle al peral que de peras cuando la savia está enferma por malos cuidados, poco abono y falta de agua. Si el árbol está descuidado, sus frutos serán malos.

Los iniciados en la espiritualidad necesitan cuidarse mucho, y paralelamente a las prácticas celebrativas y sacramentales corresponde un esfuerzo e inquietud por renunciar a sus propias apetencias y apegos. Es una lucha sin cuartel y constante que conlleva un entreno y esfuerzo bipolarizado en la piedad y la acción, y acompañado de una incesante inquietud formativa que nos adentre en el conocimiento de JESÚS y su Palabra.

Sin este esfuerzo en ambos frentes, toda la vida espiritual está destinada a instalarse y acomodarse, cuando no a desaparecer ahogada por las pasiones y desenfrenos que ofrece este mundo que nos circunda. Esta actitud está recogida en muchos momentos de la Palabra de DIOS, pero de forma muy clara al comparar el camino verdadero como estrecho y angosto, y ancho y espacioso aquel que lleva a la perdición.

Pero, pese a todo, nuestro PADRE DIOS nos quiere tanto hasta el extremo de enviar a su HIJO a morir por el rescate de nuestra redención. En la parábola del hijo prodigo está contenido todo el amor del PADRE y la forma en la que DIOS espera nuestro regreso. No nos recrimina nada; no nos exige nada; no nos culpabiliza de nada; no nos mira con rencor y venganza; no nos reprende y alecciona para nada, sólo sale corriendo a nuestro encuentro y nos abraza. Todo queda olvidado y borrado. Todo está perdonado.

Sin embargo, pese a perdonar todo por su infinita Misericordia, también tenemos que pagar todos nuestros errores y equivocaciones. Somos responsables y sabemos que hemos rechazado el Amor del PADRE y debemos pagar ese pecado. Dentro de la Casa, pero necesitamos lavar nuestra culpa libremente cometida, y es justo hacerlo. Nuestra inversión no se va a quedar en blanco, pues todo el amor recibido demanda un precio que tendremos que pagar. Y lo hacemos gozoso y libremente porque lo reconocemos.

Dentro de la Casa y en presencia del PADRE, el yugo se hace suave y la carga ligera. Somos nosotros quienes nos ofrecemos voluntariamente a pagarlo, pues tanto amor y generosidad nos deslumbra e impresiona hasta el punto de comprender que no lo merecemos. Y ese amor recibido nos llena plenamente que nuestro deseo es transmitirlo de la misma forma: darlo sin pedir nada a cambio hasta el punto que provoca en el otro devolverlo de la misma forma. Es la victoria del amor sobre el egoísmo.

Así ocurrió con su hermano mayor. Su inversión estaba mal orientada. Invertía mal y su cosecha fue mala. No daba sin esperar, sino que daba a cambio, y cuando se da para recibir resulta que ya se ha recibido todo. Lo demás pertenece al PADRE, porque de ÉL es todo, y con todos lo reparte. Pero él se excluye voluntariamente porque su corazón está apegado y siente que le han quitado algo que le pertenecía. Algo que había recibido gratis y que, de no compartirlo y ofrecerlo, lo iba a perder igual. Porque todo era, es y será del PADRE.

2 comentarios:

  1. LO MÁS VALIOSO: DAR SIN ESPERAR NADA A CAMBIO... AUNQUE RECONOZCO QUE PERSONALMENTE MIS AUTÉNTICOS AMIGOS ME PAGAN CON CRECES CUALQUIER MINÚSCULO FAVOR QUE LES PUEDA BRINDAR.
    DIOS OS BENDIGA. UN CORDIAL SALUDO.

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  2. Todavía lo imposible y perfecto es dar cuando no existe ninguna posibilidad de recibir. Ese ha sido, es y será JESÚS de Nazaret porque murió por el ser humano para rescatarlo de su soberbia y devolverle la vida, siendo ÉL dueño de la vida y la muerte.

    Un abrazo en XTO.JESÚS.

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