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domingo, 21 de febrero de 2010

SABIA DECISIÓN.

Thiago Miqueas

Había, medio en broma, discutido con mi hijo sobre la hora convenida para salir hacia el aeropuerto. El tiempo sobraba, pero en el aire resumía un tufillo a competencia y responsabilidad. Es verdad, que muchas veces, según nuestra conveniencia, disponemos el tiempo de los demás a nuestro antojo, pero cuando se trata del nuestro nos lo tomamos de forma diferente.

Y ese resquemor de saberse utilizado hizo saltar el cosquilleo de llamar la atención, que, con toda seguridad y de forma ejemplar, debería haber acabado con un perdón y disculpas, y discusión zanjada. Pero nuestra limitación humana siempre nos inclina a justificarnos y poner nuestros pero que nos disculpan y tapan nuestras perezas e irresponsabilidades.

Por lo demás todo fue muy bien. Era un viaje rutinario de revisión y la misma se presentaba sin problemas y de forma muy normal. El nuevo aparato, intervenido y colocado el pasado once de diciembre, respondía con la misma fidelidad y exactitud que el reemplazado en sus años mozos. La sustitución o reemplazamiento había sido perfecto y hasta ahora todo procedía muy normal.

Los primeros días acusó la habituación necesaria y común a todos, pero ,una vez adaptado a su nuevo entorno y habitabilidad, todo, hasta el momento, funcionaba a las mil maravillas. Por lo tanto, desde esa perpectiva y síntomas todo parecía simple rutina. Así nos disponíamos en la sala de espera de la terminal insular, a consumir los últimos minutos hasta el momento del embarque.

Abrí mi libro, que decidí llevarlo unos momentos antes de salir de casa rumbo al aeropuerto, y me instale cómodamente para disponerme a leerlo. Es el libro "entre el cielo y la tierra" que tan bien me está haciendo en mis actitudes ante la oración en relación con las almas del purgatorio. Fue entonces cuando se acercó una señora con su hija y su hijito de seis meses, casualmente la misma edad que mi nieto Manuel que, precisamente, los cumplía al día siguiente. Hablo del 19 de febrero.

Yo continué leyendo y Berta, mi mujer, no resistió la mirada del niño y, recordándole a su nieto, preguntó a la madre que edad tenía. Se entabló, ya saben ustedes una conversación de la cual yo, por mi mala audición una, y por mi distracción con el libro, otra, no me enteré de nada. Fue más tarde, en el avión cuando Berta me contó lo siguiente.

Ese niño había estado señalado y condenado a morir por su propio padre. Desde el conocimiento de su concepción, su padre lo había puesto como elección entre él o su vida. Amenazó a su madre que tenía que elegir entre el niño o él. Me quedé perplejo, sin sentido, tratando de asumir cómo se puede condenar a un ser, lo tenía delante de mí, tan risueño y lleno de vida, ajeno a que le debía dos veces la vida a su valiente madre.

Porque eso es lo que significa ser valiente, olvidarse de uno mismo por defender la vida de otro. En este caso la de su propio hijo. Renunciar al falso amor de una presunto marido que valora más su propio egoísmo que la vida de su propio hijo. ¿Hay futuro así? ¿Es eso amor? ?No hubiese pasado eso, quizá más adelante cuando, todavía peor, hubiesen más hijos y la situación fuese más delicada? Me refiero a la separación y a la afloración de un amor falso, construido sobre arena, apegos, apetitos, sentimientos, inmadurez, irresponsabilidad... Eso no es amor y tarde o temprano terminan destrozados y perjudicándose todos, cóyuges e hijos.

Un amor que no sabe de renuncias, que no entiende de libertad, de responsabilidad, de entrega, de sacrificio, de procurar buscar el bien de la persona amada, de respeto, de... y que sólo entiende de poner condiciones marcadas por su propio egoísmo y búsqueda: "te quiero hasta que me canse de ti... te quiero hasta que engordes... te quiero para mi solo disfrute, pero no quiero hijos, te quiero.. ¿Es realmente eso amor, o simplemente un objeto de disfrute sexual?

¿Y no son esas las causas de los abortos? ¿No son esas las pruebas, las alegaciones, las justificaciones que esgrimen para arrogarse el derecho de condenar a estos niños, seres humanos como ellos? En otros tiempos, lejanos y no tan lejanos, se ha matado por se causa de competencia y peligro para situaciones de privilegios, otros por selección de razas y etnias clasistas y ahora ,por intereses hedonistas e irresponsables.

Hacen faltas muchas madres con las cabezas bien puestas y los criterios muy claros. ¡Son las fuente de la vida, y no fuentes de placer! Bien es verdad que, el SEÑOR ha puesto gozo en el acto de concebirlo, pero no para matar sino para dar vida. Y aprovecharse de ello sólo por placer es utilizar de forma egoísta y placentera lo que ha sido creado para dar vida y ser fruto del amor ágape, maduro y responsable.

Sólo animar y homenajear a esa madre anónima que ha salvado, concibiéndolo primero, y defendiéndolo después, la vida de su hijo por dos veces, enfrentándose en acompañarlo en su gestación hasta nacer a la luz, y poniéndolo por encima de falsos amores que esconden egoísmos bajo apariencias de mentiras e intereses.

Madres así darían la vuelta a todo y paralizarían a los Gobiernos de elaborar verdaderas leyes asesinas, incoherentes, contradictorias, perdidas de sentido común y contra el derecho natural, que eleva al ser humano a la dignidad de vivir y tener derecho a un padre y una madre. Son los que han defendido otros holocaustos los que, cuando han tenido que decidir sobre el suyo propio, han condenado a los más débiles e inocentes.

2 comentarios:

  1. Sí, esas son muchas veces las causas de los abortos: puro egoísmo humano. Una historia preciosa, Salvador. Un abrazo!

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  2. ¡Cuantos niños amenazados, en el filo de la navaja por puros egoísmos!
    ¡Qué lejos queda el holocausto! Creo que al lado de lo que está pasando queda muy desdibujado y muy pequeño.

    Y al lado, el hambre y la miseria, pero no porque no se trabaje. La mayoría de los hambrientos están trabajando, pero en explotación y esclavizados. Y como ocurre con el aborto, son los niños los que lo están sufriendo. Ellos trabajan y sus padres son enviados al paro.

    Dstruímos a los niños por partida doble.

    ¡DIOS mío, debemos movernos más y, al margen de orar, tratar de que todo esto llegue a los ambientes.

    Un abrzo en XTO.JESÚS.

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