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domingo, 17 de mayo de 2009

FE Y RAZÓN.

Por la razón elaboramos nuestras propias convicciones y trazamos el rumbo de nuestra vida. Sin embargo, también, en muchos momentos remamos en contra de nuestra propia razón a pesar nuestro. Son las ocasiones que nuestras limitaciones y esclavitudes (apetencias) pueden más que nosotros. Es la fuerza de la inclinación a sentirnos arrastrado hacia algo que no queremos, o que suponemos que está mal, pero no podemos, y nos rendimos a su atracción.

Un apego es una inclinación excesiva a algo determinado que nos impide tener a DIOS como lo primero en nuestra vida. Es un desorden que nos arrastra a amar a las criaturas y a las cosas prioritariamente, antes que a DIOS.

El dinero, por ejemplo, es algo que amenaza desplazar a DIOS de nuestra vida y desearlo prioritariamente. Y en la medida que el dinero nos aleja de DIOS es malo y basura, más si nos sirve para servirle, ejemplo de Zaqueo, y ponerlo a su disposición, ¡bendito sea el dinero! Parodiando a la Madre Teresa, diríamos que el dinero hay que distribuirlo hasta que te duela.



En nuestras vidas hay mucho de todo esto, y nuestras situaciones están marcadas por la vivencia de todas estas experiencia que nos enturbian y dificultan el camino hacia el redil del Buen Pastor. La cruz está marcada por la lucha contra nosotros mismos, pues en la medida que seamos capaces de vencernos, seremos capaces (libres) para hacer lo que realmente queremos hacer: "amar".

Porque todo el mundo siente, en lo más profundo de su ser, el deseo de amar y de ser amado. Precisamente, en eso consiste la fe, en ser aceptado y querido como hijo de DIOS. Y cuando el hombre descubre que es aceptado, tal y como es ahora, omo verdadero hijo de DIOS, y que es esperado para abrazarle y salvarle, como ocurrió con el hijo prodigo, el hombre cree y se fía.




Indudablemente, DIOS quiere que seamos mejores, que seamos, cada día, más bondadosos y misericordiosos, que sigamos creciendo en sabiduría y amor, pero, ¡estemos seguros!, que nos quiere tal y como somos ahora. Y la razón nos lo dice claramente. Nuestras madres nos lo demuestran constantemente, quieren que seamos los hijos perfectos, pero nos aceptan tal y como somos; ocurre igual con nuestros padres. Y por efecto de retorno, nosotros nos sentimos queridos también y creemos en ellos.

Igual, sin punto de comparación, ocurre con DIOS. Cuando descubrimos que somos sus hijos y aceptados por ÉL, nos fiamos y creemos en ese PADRE. Y esto se puede razonar, porque razón y fe se incluyen, se complementan, se integran.

Por la razón descubrimos que estamos llamados a una vida plena y eterna, y también por ella, descubrimos que el camino pasa por vencernos a nosotros mismos, y hacer lo que queremos y sabemos que debemos hacer, a pesar de que queramos y deseemos hacer otras cosas, que descubrimos malas y perjudiciales, tanto para mí como para los otros.

Todo se aclara cuando sentimos que lo creado está en función y para nosotros. Todo se vuelve luz cuando nos sabemos llamados al banquete que, dentro de nosotros, sentimos que deseamos y anhelamos. Todo se moviliza, cuando descubro que es mi PADRE el que me llama, me quiere y me acepta como soy, y me pongo en camino: iré a la Casa de mi PADRE que allí estaré mucho mejor.


Sin embargo, la razón a veces queda supeditada a la fe, y se ciega velando todo aquello que se presenta como bueno, apetecido y justo. Es la tentación del fundamentalismo, cuando la fe se impone y domina la razón anulándola. Ocurre entonces que las cosas hay que creerlas porque sí, aún a riesgo de que la razón, hasta donde llega el ser humano, contradiga lo contrario. Es la llamada fe irracional y fanática, que deriva en aberraciones e imposiciones.

Son los fundamentalismos que anteponen la fe a la vida, a la libertad, al perdón, al amor, y están dispuestos a todo, incluso a la muerte, para que su fe sea aceptada, sin miramientos y sin ninguna opción. Son los que excluyen fe y razón y no admiten que la fe se pueda también razonar. Son los dictadores de la libertad, que no creen en otra libertad que la que ellos propugnan.

Y es que hay muchas razones para creer que la fe y la razón se ayudan, se complementan y se asisten para encontrarse y comprenderse. En eso radica el mérito, entre comillas, de utilizar su libertad para elegir el camino, que una vez razonado y comprendido, despeja la vereda hacia la buena dirección que nos conduce al lugar tan deseado y amado.

4 comentarios:

  1. Salvador, muy interesante lo que gira en torno a estos dos conceptos tan debatidos desde antiguo. Juan Pablo II nos iluminó mucho sobre la íntima relación que existe entre ellas, pues una está dentro de la otra, y cada una tiene su propio espacio de realización. Fruto de esta de certeza, que seguramente muchos comparten, es la maravillosa armonía que la doctrina Cristiana tiene con todas las realidades que le rodean. Una de las más importantes es ese sentido escatológico, es decir, la plena realización de nuestra humanidad...

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  2. que profundo tu texto.

    el mundo sería otro si el hombre no estaría cambiando a Dios padre todopoderoso por otro Dios...
    el dinero, el poder, la fama, etc..
    creo que han ido cambiando la escala de valores y el apego a las cosas materiales ha ido sustituyendo al amor hacia nuestro Señor.

    ojalá que estos mensajes hagan tomar conciencia que lo verdero es el amor y la fé.

    un gran abrazo, amigo
    buen domingo

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  3. La razón nos descubre que todo lo creado tiene un Creador, y también que estamos llamado a una eternidad, pues el hombre no se resigna a morir como ocurre con los animales. Ellos, los animales, cuando sienten que les ha llegado su hora, se entregan serenamente a dejarse acabar. El hombre no. El hombre lucha, se mortifica y afana en investigar, en descubrir nuevas terapias o medicinas que le alarguen más la vida y así continua.
    Esa inquietud te hace comprender tu anhelo por la eternidad, y eso te llega a razonar y descubrir que estás llamado a la eternidad, y de ahí a entender que hay un DIOS PADRE que nos quiere y nos ha creado, sólo hay un paso.
    Luego la fe complementa a la razón, pues DIOS se ha Revelado en su HIJO JESUCRISTO para que nuestros razonamientos tuvieran una respuesta en la fe.

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  4. Así es Adri, sin nuestro corazón no estuvies lleno de cosas, muchas superfluas, que lo abarcan todo y no deja entrar al ESPÍRITU, la vida y el mundo lo veríamos de otra forma.
    Ocurre que cuando nos vamos de viaje y preparamos las maletas, al final no nos caben las cosas, y todavia nos quedan cosas que meter. ¡Es imposible cerrarla!
    Igual nos ocurre con las cosas de DIOS, Y DIOS mismo. Hemos llenado nuestra vida de viajes, ocio, comodidades, trabajo, descanso, diversiones, aficiones, placer...etc, y no es que eso sea malo, sino que toda nuestra vida la llenamos mucho de eso, ¿y para DIOS qué dejamos? Nos damos cuenta que no tenemos tiempo, y al final resulta que es lo más importante y lo que nunca va a caducar, porque todo lo demás es carne de caducidad. Debemos pensárnoslo mejor.
    Un fuerte abrazo.

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