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lunes, 27 de abril de 2009

TU COMPROMISO Y VOLUNTAD ES VITAL PARA TU RECUPERACIÓN.


Siempre he sido un convencido que la verdadera ayuda reside en convecer a la persona que se pretende ayudar. Convencerla que es ella la que tiene que salir del pozo, la situación o los problemas que le acucian. Y, partiendo de ahí, hacer todo lo que está de tu parte en acompañarle, ofrecerle tu servicio, compartir tu economía y orientarle a encontrar el camino que le de sentido a la lucha por ser libre, asumir su realidad y resolver sus propios problemas.

Y es que no concibo la caridad, salvo puntuales casos, como un paternalismo que resuelve todos tus problemas y te pone a salvo sin apenas tú haber dado las brazadas suficiente para llegar a tierra y continuar tu camino. Ofrecer ayuda, más para limpiar tu conciencia que tratar de resolver el problema, es como llenar una botella de agua que tiene un agujero. Por un lado entra y por otro se vacía. La verdadera caridad es tratar de solucionar los problemas, y para ello es imprescindible que el problema quiera ser resuelto.

El otro día, un mendigo dependiente, joven y aparentemente fuerte, que pulula en la puerta de mi parroquia, Jaime es su nombre, me habló de que, para ser admitido en un Centro de Toxicómanos, se hace necesario tener un responsable que le acompañe en el periodo de desintoxicación. Inmediatamente, mi respuesta fue: tendremos que hablar seriamente de esto, porque tú eres la parte más importante y decisoria si quieres salir de aquí. Lo haremos con tranquilidad y seriedad y, sobre todo, mucho compromiso, a parte del mío, especialmente del tuyo.


Hasta el momento, no sé si por casualidad, no lo he visto más. La recuperación de cualquier persona ante cualquier problema, depende exclusivamente en un 85% de su compromiso y deseos de vencer esos problemas, de cualquier tipo, que le estén esclavizando. Es entonces, cuando la ayuda puede ser eficaz y efectiva, y cuando tiene que estar y dar el do de pecho. Pero siempre apoyada en la voluntad del agente que quiere salir.

Y hablo desde la experiencia de haber pasado por esta vivencia de haber ayudado y, por la Gracia de DIOS, con éxito hasta hoy, y experimentar la impotencia de no poder hacer nada si el ayudado no asume su realidad y quiere salir. Se hace duro el camino e ineludiblemente hay que tener una constancia, fe y esfuerzo que, ayudado por el acompañante, formen un coctel que de la vitamina necesaria para vencer la dependencia y romper el desequilibrio que impide moverte con entera libertad.

Hay muchas otras historias que dan credibilidad a lo que manifiesto. La de María, por ejemplo, es tan compleja que ni puede, ni quiere, ni debe recordarla con demasiados detalles, para no abrir heridas que aún están cicatrizando. Hace algo más de dos años, un cúmulo de problemas materiales, psíquicos y espirituales la llevaron a pasar varios meses como una indigente, en la calle, sin trabajo, sobre todo, sin ánimo.


Un caso que la crisis actual ha multiplicado entre las paredes de albergues y comedores sociales. En tal doliente estado, María encontró acogida y apoyo, material, psíquico y espiritual, en el albergue madrileño regentado por el padre Enrique González, conocido como la Casita de los pobres. Gracias a su ayuda, salí adelante, porque si tienes gente que te apoya puedes superar los problemas. Yo asumí mi realidad, quise salir de ese estado, busqué trabajo y al final lo encontré.

Quiero poner esto como ejemplo, porque detrás de esta historia, como tantas otras, se esconde muchas dificultades, obstáculos, desánimos, deseos de tirar la toalla, incomprensiones...etc. No se hace fácil encontrar la salida, buscar el sentido, hallar un trabajo y quien confíe en ti. El camino está lleno de dificultades, pero sí asumes tu realidad, como manifiesta María, y te agarras a la obediencia de quien te aconseja, acompaña, ayuda, y está dispuesto a entregarse a luchar por colaborar contigo en vencer el deterioro y desorganización que hay en tu persona, el horizonte se puede encontrar y el sentido del camino puede volver a tu vida.

Entonces, la lucha está ganada; las ansias de continuar se renuevan cada día; el entusiasmo se hace vigoroso y, hasta el deseo de ayudar a otros, fortalecen tu propia fe y te catapultan a continuar el camino con más brío y más motivación. Es la vivida experiencia de que la fe se fortalece dándola, ofreciéndola, entregándola.

Cuando has pasado por una etapa así, comprendes mejor a las personas que viven estas situaciones y, aunque aparentemente, se encienden equívocos de que no estás, ó no quieres ayudar, la verdadera caridad es la que exige y reclama compromiso y esfuerzos que derivaran en actitudes liberadoras. La verdadera caridad es la que exige, en estos casos puntuales, haber tocado fondo, porque sólo desde ahí es cuando nace un compromiso fuerte de la voluntad en querer levantarse. Es la experiencia del hijo prodigo. Nunca antes nadie le convencería del regreso a la Casa del PADRE.

4 comentarios:

  1. Cierto, como le decía hace rato a Elige la vida, a veces se tiene que ir muy a bajo para poder subir muy alto.
    Me gustó mucho la conceptualización de la ayuda y la caridad. Es que no podemos decidir por los demás, solo acompañarlos y orientarles. De hecho eso es parte del amor. Recuerdo que Saint Exupery decía que "amor es guiar gentilmente al otro hacia sí mismo". Creo que por ahí va la idea.
    Saludos cariñosos. Hilda

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  2. El criterio está escondido dentro de uno mismo: "la verdadera caridad empieza por uno mismo", frase que se da a interpretaciones erroneas, y es que cuando se quiere hacer demagogia barata e interesada, todo sirve.
    La verdadera caridad empieza por uno mismo, cuando uno se propone buscar su propio bien, se exgige ordenar y organizar su vida, cumplir con sus responsabilidades y encontrar el camino para el que ha sido creado. Es entonces cuando las cosas cobran sentido y la batalla, sea la que sea, está ganada.
    Un saludo Hilda y que DIOS te bendiga.

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  3. La caridad Cristiana se diferencia de la filantropía, en que transmite el amor de Dios a los hombres, no es solo satisfacer una necesidad.

    Dice un antiguo dicho que si a un pobre le doy un pescado, comerá un día, pero si le enseño a pescar comerá toda su vida.

    Benedicto XVI lo resumió en 3 momentos:

    - Ver y darse cuenta
    - Tomar acción.
    - Comprometerse

    Gracias y bendiciones

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  4. Ese es el contenido de mi reflexión, enseñar a pescar, no dar simplemente pescados, pues siempre estarán igual. Ahora, matizando que, para aprender a pescar hay que tener interés y ganas de aprender.
    Un fuerte abrazo en XTO.JESÚS, amigo Jorge.

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