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jueves, 26 de febrero de 2009

En el desierto de mi vida.


Es tan vital pararse y observarse que, como el agua es imprescindible para la vida, diría que la meditación interior es necesaria para el crecimiento espiritual. Sin conocernos se hace imposible avanzar; tanto nos va en eso que nunca podremos saber lo que nos conviene sin saber quiénes somos. Y esto, no lo digo yo, lo dijo, ya hace un buen tiempo, el señor Platón.

Puesto a esa tarea, observo que la vida tiene tanto de oasis como de desierto. Hay muchos caminos llenos de buenas gratificaciones, momentos de bienestar, de felicidad, de logros que colman nuestros anhelos y deseos, y de metas que al cumplirse nos van haciendo el camino más dulce, llevadero y feliz. Todos recordamos y guardamos con enorme gratitud los bellos y felices recuerdos que han marcado nuestra vida placenteramente.



Sin embargo, es evidente y no podemos ignorar que hay también en nuestra vida muchos momentos de desierto, de soledad, de sequía, de angustia, de espejismo, de incertidumbre, de pánico y tristeza, cuando no de muerte. Y, realidad es, que tampoco podremos evitar que tanto los buenos como los malos se hagan presentes en nuestra vida. Parodiando aquella buena película de Jack Lemmon: "días de vino y rosas".

Y, queramos o no, la vida se nos irá presentando ora feliz, ora infeliz; ora alegre, ora triste; ora tranquila, ora tormentosa; ora sana, ora enferma; ora rica, ora pobre...etc. A cada cual según su camino y sus actos; a cada cual según sus esfuerzos y sus talentos; a cada cual según su prudencia o imprudencia; a cada cual según sus responsabilidades o irresponsabilidades...etc. Todo, en la medida de lo que a cada uno le compete y está en su mano, según proceda bien o mal.




Y en este devenir, seguir el buen camino consiste en ir aceptando mis desventuras, supuestamente las que no puedo cambiar, y modificando aquellas que puedo evitar y convertir en buenas. Todo desde la libertad de buscar el bien sin, por ello, justificarlo haciendo el mal. En eso consiste la tarea de convertirse: hacer el bien aceptando el mal que me toca aceptar. Hacer el bien hasta compartir mi cruz en la última hora de mi vida, con la muerte.

Ese es el Camino que JESÚS nos enseña y para el que se prepara, cuaresma, en los 40 días que pasó por el desierto. Nos señala el camino que, cada uno tiene y debe recorrer. Este es el verdadero sentido que mueve nuestra vida hacia un final feliz y pleno. Y esta es la solución que transformaría nuestra sociedad en un vergel de paz, justicia y amor: "cada uno cargar con su cruz".

El problema empieza cuando la cruz no se acepta; el problema empieza cuando se responde con preguntas y desafíos del por qué me pasa esto, el queso; el problema empieza cuando nos ponemos al mismo nivel que DIOS y le interpelamos y le discutimos; el problema empieza cuando soy yo quién dirige mi camino y no me dejo dirigir, o, me siento superior y capaz de ser dueño de mi propio destino. El problema es rechazar el amor de DIOS y buscar la felicidad por donde yo creo, sin contar con ÉL. El problema es de nosotros.

Y de esta manera, DIOS que ha contado con cada uno de nosotros para hacer un mundo perfecto, justo, pacifico y lleno de amor, se encuentra con un mundo lleno de injusticias, desequilibrios, muertes, hambre, enfrentamientos, abusos de poder, explotaciones, guerras...etc. Pero, a pesar de todo eso, sigue confiando en el hombre, le espera y le ofrece todo su amor, entregando a su HIJO en la Cruz para reconciliarnos y redimirnos por su muerte, y salvarnos por su Resurrección, más nosotros no nos lo creemos, ni queremos creerle, mejor, queremos creerle, pero según nuestra manera: la manzana nos la comemos, no cómo y cuándo DIOS quiere, sino cuando y como yo quiero: "ese es nuestro error".

2 comentarios:

  1. Es tan difícil dejar a otro el control de nuestras vidas y resulta difícil por tanto soltarse y dejarnos llevar por la vida. Se nos olvida lo que bien has dicho, que cada cosa tiene un sentido y un aprendizaje. Se nos olvida que cuando le dejamos el control total a Dios de nuestras vidas, estaremos siempre a salvo. Que cada cosa que pasemos servirá para algo.

    Pero es difícil, yo he sido de las que muchas veces pregunté porqué a mí y para qué. Muchas, muchas lágrimas me ha costado decir gracias aún en los momentos del dolor y esperar un nuevo amanecer, así como para aprender que cuando pida algo, siempre recuerde pedir que sea de acuerdo a la voluntad de Dios.

    Saludos afectuosos. Hilda

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  2. Solo DIOS y en MANOS de DIOS debemos ponernos; lo demás, como diría San Pablo, lo estimo basura. Ese es el hepicentro de mi reflexión: todos tenemos una cruz que cargar, es el proyecto que DIOS quiere de nosotros. El pecado, la no conversión, sería ser menos, es decir, aceptar menos que lo que DIOS quiere que seamos, que pasemos, que carguemos. El ejemplo es JESÚS que aceptó el plan de su PADRE: "PADRE, si es posible que pase este caliz de Mí, más no se haga mi voluntad sino la TUYA".
    Y ese es nuestro camino y calvario, que, como tú dices, nosotros lo hacemos peor y más difícil de llevar con nuestros errores, desobediencias, debilidades, apetencias...etc, por eso necesitamos estar injertados en JESÚS: "mi yugo es suave y mi carga ligera".
    Un fuerte abrazo.

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