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viernes, 18 de julio de 2008

MI PRIMERA CATEQUESIS








Algo siento en mi interior, de hecho, lo sentí el día que di mi primera catequesis. Se hace insuficiente el poco, muy poco, tiempo que dedicamos a explicar y vivenciar algo tan grande y maravilloso, el bautismo, por el que entramos a ser, con todos los honores, hijo de DIOS, coherederos de CRISTO, si es que padecemos con ÉL, para ser glorificados también con ÉL (Rm 8, 16-17).


Experimento temor, responsabilidad ante tan alta tarea, pues se trata del primer paso hacia la Pascua de unos aspirantes a lo máximo que se puede aspirar: "ser hijos de DIOS". Y la misión consiste en ser la luz máxima, por obra de la Gracia del ESPÍRITU, a ayudar a los padres y padrinos que reciban lo más claramente el Mensaje.


Y es indudable que en tan poco tiempo muy poco se puede decir y hacer. La ansiedad por derramar toda la grandeza del Sacramento y su significado nos deja sin palabra y sin saber por donde empezar. Se hace, todavía, más necesario si cabe, dejar toda la labor en MANOS del SEÑOR, porque nuestra humilde colaboración es muy poca por premuras de tiempo.


Quiero compartir mis inquietudes a este respecto y manifestar que debemos revisarnos y reflexionar a este respecto sobre el tiempo dedicado a nuestras catequesis prebautismales. No sé en las demás parroquias, supongo que será igual, pero en la mía, San Ginés, el tiempo es muy corto. Creo que debemos intentar exigir una semana, es decir, de lunes a viernes, y confiar en que la gente acuda, al menos los que tenga interés. De nada nos sirve si lo hacen por costumbre, acto social, tradición... etc.



Detrás de los posibles inconvenientes, ¡que los hay!, debemos superar el miedo al enfrentarnos a la realidad. En estos momentos suenan a ánimo las palabras de Juan Pablo II: ¡no tengan miedo!
Si nuestro compromiso de Bautismo madura, crece, se confirma, llegado el momento del noviazgo la tierra está abonada para la siembra del matrimonio y la familia. Es de mucha importancia la catequesis bautismal ya que de ahí parte todo.



Esa experiencia la experimenté en la primera catequesis a la que asistí. Luego en las que he participado la experiencia se ha fortalecido y, la conclusión, es que necesitamos más tiempo para poder, con la asistencia del ESPÍRITU, abonar la tierra bautismal. En el vídeo que presento se refleja lo que a mi humilde entender debemos acometer para garantizar un mínimo de proclamación de la catequesis Bautismal.



Se hace necesario un mínimo de días para convivir, conocernos, conocer a JESÚS, centro de la catequesis, y responder libremente a nuestro compromiso de seguirle comprometidos en nuestras familias.
Sin una buena siembra no hay posibilidad de recoger una buena cosecha. Se necesita buena tierra, buen abono, buena semilla y tiempo para esperar los frutos. Creo que la tierra la tenemos, las familias que se acercan a solicitar el Bautismo de sus hijos. El abono y la semilla están garantizados por la Palabra y el ESPÍRITU, sólo falta el tiempo de regadío y calor para que el fruto pueda desarrollarse. Y eso, humildemente, creo que el SEÑOR lo ha puesto en nuestras manos. Debemos exigir tiempo para madurar.







Puede que no nos atrevamos; puede que por una temeraria, a mi modo de ver, prudencia mal entendida; puede por miedo a enfrentamientos y comentarios de todo tipo; puede por uno y mil motivos que aparentemente sean hasta razonables, la siembra no da el fruto esperado porque se desinfla como la viñeta arriba representa. La voz clama en el desierto y nadie tiene el mínimo tiempo para poderla escuchar y anidarla en su corazón.



Y, al menos yo lo pienso así, no debemos permanecer impasible ni resignado, sino todo lo contrario. El Mensaje de JESÚS es atrayente y actual. Se experimenta tanto en la experiencia propia del Cursillo prematrimonial, como el los Cursillos de Cristiandad, como en la exprés catequesis Bautismal. Hay interés porque la Verdad es lo que atrae y lo que las personas desean en lo más intimo de su ser. Sólo falta acometerlo con valentía.



Sólo elevar nuestra alma al SEÑOR para que sea lámpara en nuestros pasos y luz en nuestro sendero dejándonos antes nosotros guiar y alumbrar. Y animarnos a confiar en la promesa del SEÑOR: "les he dicho estas cosas estando con ustedes, pero el Consolador, el ESPÍRITU SANTO, el que el PADRE enviará en mi nombre, ÉL les enseñará todo y les recordará cuanto les he dicho".







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